Vistas de página en total

5387

martes, 26 de noviembre de 2013

Del Olimpo a la Tierra

En nuestro día a día empleamos miles de palabras, pero seguro que nunca nos llegamos a plantear cuál es su origen o qué hay detrás de ellas. Si lo hiciéramos, descubriríamos que algunas de ellas esconden historias fascinantes, ya sean reales o legendarias. Al hilo de esto…¿sabéis algo de mitología y cultura grecorromana?

Atlas, Boris Vallejo.

Todos recordaremos haber hojeado algún enorme atlas en clase de geografía, pero...¿qué o quién es atlas? Atlas fue nada más y nada menos que uno de los terribles titanes que intentó derrotar a los dioses del Olimpo. Al fracasar, fue condenado por Zeus a sostener sobre sus hombros el peso del mundo. Como vemos, al igual que este titán soporta el peso de la Tierra, un atlas recoge los mapas del mundo.  
Según el DRAE, un mentor es un consejero o guía; y, si nos trasladamos a la mitología, no iremos mucho más lejos: en uno de los episodios de la Odisea vemos cómo Ulises, el héroe, inicia su marcha hacia la guerra de Troya; este, no queriendo dejar desprovisto a su hijo Telémaco, le encomienda su educación a su compañero Méntor.

Pasando de la educación a la diversión, estamos seguros de que, de niños, alguna vez habéis jugado a polis y cacos, ¿verdad? Está claro qué es un policía, pero…¿un caco? En la Eneida, Caco era un gigante que, aprovechando que Heracles se había dormido cerca de su cueva, robó cuatro parejas de bueyes de su ganado.

Ahora que ya somos mayores, habremos asistido a alguna especie de bacanal; y es interesante saber que la palabra bacanal proviene de Baco, el dios del vino y el inspirador de la locura ritual y del éxtasis. ¿Qué, os apetece un chatejo de vino? 

Pensándolo bien, ese vinito debería ir acompañado de buena música, y nada mejor que escuchar a un buen orfeón. Esta palabra se la debemos a Orfeo, que, según se murmuraba, era capaz de dormir a las fieras y de tranquilizar el alma de los hombres con su lira.

Orfeo con su viola, Cesare Gennari.
Ya para completar la velada, no podría faltar un buen fuego para asar un buen chuletón y…a propósito de esto, ¿sabéis quién era el dios del fuego? Para los romanos, Vulcano. Este personaje era el herrero de los dioses y héroes, y se creía que su lugar de trabajo se situaba bajo el Monte Etna; de ahí que hoy conozcamos la palabra volcán.

Sin separarnos de las llamas, también podemos haber oído alguna vez la expresión ¡Que arda Troya!, que está muy relacionada con la guerra de Troya: cuando los griegos pudieron entrar en esta ciudad gracias al famoso caballo de madera, el rey Menelao mandó incendiar la ciudad con el grito de esta misma frase.  Tanto en este contexto como en su uso actual vemos implícito el propósito de hacer algo sin reparar en las consecuencias. 

Pero, ¿cómo se originó la guerra de Troya? Cuenta la leyenda que el inicio está en la llamada manzana de la discordia: la diosa Eris fue la única que no fue invitada a la boda de Tetis y Peleo y, como venganza, asistió y ofreció una manzana dorada “a la mujer más bella”. Ante esto, empezó una disputa entre las diosas Hera, Atenea y Afrodita; y Zeus finalmente decidió que fuera Paris, el príncipe de Troya, quien eligiera cuál era más bella de las tres. Cuando tuvo que elegir, cada una de ellas le ofreció un presente para intentar convencerlo: Hera le proporcionaba todo el poder del mundo; Atenea, la sabiduría para ganar todas las batallas; y Afrodita, a la mujer más bella, que era la esposa del rey espartano Menelao: Helena. Paris eligió a Afrodita y, cuando pasó por Esparta, raptó a Helena. Este suceso fue el que  ocasionó la desgracia para todo su pueblo, que entró en batalla y fue vencido por los espartanos. 
Ahora, cada vez que empleemos el sintagma manzana de la discordia, que se refiere a algo que provoca discrepancia en las opiniones, nos acordaremos de la malvada Eris.

El juicio de Paris, Rubens.

A pesar de que los troyanos acabaron derrotados, no fueron los únicos que sufrieron la muerte de grandes guerreros; de hecho, los griegos (espartanos) perdieron a su mejor combatiente, Aquiles. De la historia de Aquiles deriva nuestra expresión ser el talón de Aquiles (de alguien), es decir, ser el punto débil de una persona: cuando el héroe nació, su madre intentó hacerlo inmortal sumergiéndolo en el río Estigia; sin embargo, el talón por el que lo sostenía no se sumergió y se convirtió en su única parte mortal. Entonces, durante la guerra, Paris le lanzó una flecha envenenada en este punto y murió.



Como hemos podido comprobar, las palabras son capaces de llevarnos de vuelta al Olimpo... 







1 comentario: